Siempre he tenido una percepción extraña de los viajes, en especial de los terminales de buses. Siento que se mezclan muchas emociones en un solo lugar; el cansancio de los trabajadores, los aires de descanso que vienen para aquellos que van a visitar a sus familias, de las alegrías por los que llegan, de los que van y vienen, y de los que viajan para olvidar. Como si viajar y cambiar de lugares nos ayudara a borrar lo que habita en nuestra mente.
De alguna forma sí, nos distrae de lo cotidiano, de lo que nos atormenta. Pero muy a pesar nuestro, nuestros sentimientos no nos abandonan nunca. No se borran, sólo dan vueltas y llega a ser triste la manera en como muchas veces queremos negar lo que sentimos. Es como un bloqueo poco sensato contra nosotros mismos.
Siempre relaciono los viajes con despedidas antiguas, despedidas dolorosas y trato de que todo se quede atrás, una manera de empezar de cero, pero ... ¿Se puede realmente empezar de cero?
Carreteras van y vienen, son como las personas, hacemos muchos recorridos, mucha gente se cruza en nuestras vidas, algunos encuentros se vuelven sorpresivos, otros alegres, otros melancólicos y otros monótonos. Es lo mismo que nos pasa con las personas que se cruzan por nuestra vida, cada una será recordada por "algo", ya sea bueno o malo.
Los viajes no se recuerdan por lo que fueron, sino por lo que sentimos. Se recuerdan por la compañía, por como nos hicieron sentir, por las huellas que dejaron, por si reíste a carcajadas o por si lloraste a mares. Por lo que habitaba en tu mente en ESE momento. Los sentimientos más extremos y a la vez los más superfluos.
No tiene sentido recorrer caminos sin una emoción diferente, algo que te haga sentir vivo, algo como el sol de cada mañana. Eso es lo que le entrega el real sentido a las cosas, es ese algo que te hace sentir feliz, feliz de corazón.
Así que toma atención a esto ¿Qué emoción estás sintiendo en este viaje? ¿Muchas? ¿Ninguna? ¿Eres feliz realmente? ... Replanteatelo.